El juego mental es otro, no habrá paisajes desconocidos ni montañas que obliguen al descanso y la distracción en la carrera, son casi 4 horas, si todo sale bien, de esfuerzo continuo y monótono, el secreto estará en buscar concentrarse en el objetivo.
“Ochenta por ciento cabeza”
Elije el porcentaje que quieras, 60, 70, 80; no deja de ser una excusa para haraganes como yo, pero algo de cierto tiene, se puede entrenar poco o mucho, pero desde la largada a la línea de meta será nuestra mente quien determinará el resultado final.Convencido de mi teoría sin fundamentos llegué a Rosario en un día cubierto y muy frío, luego de acomodarme en el hotel, retirar el kit y dar un pequeño paseo por la zona céntrica y sus monumentos, dí un trotecito para aflojar la tensión del viaje y congelar mis piernas debido al olvido de las calzas largas en Montevideo.
La mañana del domingo amanece clara, el sol asoma pero el frío sigue presente, el termómetro del bus marca 0°, y los 10 minutos de viaje hasta la largada se hacen eternos. Una vez allí, el ritual típico de la previa, el saludo con los amigos, las fotos y el ir sacándose el abrigo poco a poco.El “City tour”
Un minuto para la largada, un compañero de UF me pregunta a cuanto voy a correr, le contesto lo primero que se me ocurre: “entre 5’15 y 5’20”, no saque muchas cuentas del ritmo ideal de carrera, mi plan es que sea tan cómodo que me permita conocer la ciudad en menos de 4 horas.
Largamos… no quiero complicarme sacando cuentas y busco a uno de los “Pacers”, quienes con remeras naranja fluo y sus cartelitos son fáciles de ubicar, elijo al más parecido a Forrest Gump, con gorrito blanco, pelo largo y barba. Vi esa película varias veces antes de ser corredor, algo debe significar, su cartelito dice “3hs 40”
Comienza la recorrida por la ciudad, ingresamos a un hermoso parque, con lago y lanchitas como las del Parque Rodo, y muchos árboles… muchos árboles, no tengo más remedio que detenerme detrás de uno intentando demorar lo menos posible, a pesar de los guantes logro ser rápido, y en unos pocos segundos estoy nuevamente en carrera. Varios corredores siguen mi ejemplo y visitan los árboles del parque incluso una señorita se detiene y busca uno mientras se deshace por un instante de sus molestas calzas.
Salimos del parque, larga avenida con cantero al medio, las bocinas de los coches nos saludan alegremente mientras los policías reciben insultos de toda índole. Algunos corredores se le quejan a Forrest que va un poco rápido, con pocas palabras indica que aún quedan varios kilómetros para emparejar.
Kilometro 13, mi compañera de viaje me sorprende y aparece de la nada, me acompaña unos metros, me da algunos consejos, algo de líquido, y repone sobre todo, la energía en el alma.Kilometro 18, nos acercamos a la zona de largada, más público alentando y alguien que grita mi nombre, reconozco las mismas caras que veo los domingos en las carreras de la Agrupación y eso también reconforta.
La mente está despejada, los músculos no protestan y sigo conociendo los barrios de Rosario.
Ahora es una rambla arbolada y empedrada, necesito parar nuevamente, apuro el paso y adelanto al pacer para que no se me aleje demasiado durante ese momento, repito la misma operación de unos kilómetros antes tras un arbolito y salgo veloz a su encuentro…., pero no lo encuentro.
Por unos segundos me desespero, no lo veo adelante, no lo veo atrás, “no puede estar tan lejos”, “¿Cuánto tiempo paré?” Veo un cartelito, pero….. lo lleva una mujer, bajita, de buzo blanco, de lejos no distingo que dice el cartel y apuro el paso mientras me rezongo por haber perdido a Forrest.
Cuando me acerco veo que el cartel dice “3hs 40”, pregunto si cambió el pacer y me responden que “paró a regar un árbol”, me quedo tranquilo, en unos minutos todo vuelve a la normalidad.
Los kilómetros siguen pasando, la ciudad, desconocida para mí, me distrae; en el ida y vuelta veo compatriotas, a todos les grito y saludo, si puedo hacerlo es señal de que voy bien.
Paso el 30 y presto atención al cuerpo, por ahora todo bien, el pacer desaparece de nuevo, pero lo tomo con más calma, siento deseos de apurar el paso pero me contengo, aún falta mucho.
Kilometro 34, ya el camino es de regreso hasta la meta, comienzo a pasar gente, alguien me pregunta cómo voy: “asustado de lo bien que me siento”
Kilometro 36, pienso en apurar el paso y despegarme del pacer, por temor a que me alcance más adelante no me despido y me voy adelantando poco a poco.
Quedan solo 2 kilómetros, me siento bien, voy un poco más rápido y los disfruto tanto como los 40 anteriores, busco en mi bolsillo la bandera de Uruguay, la misma que me dieron mis hijos cuando viaje a La Angostura, el nudo en la garganta aparece de repente y mientras mi mano aprieta ese trozo de tela blanco y celeste, no sé si llorar o reír.
Kilometro 41, como lo hizo con todos los uruguayos, Eduardo Medina de Olimpia, me acompaña en los últimos metros, mientras me habla de lo bien que voy, de lo poco que falta, y de los trámites que debe hacer su hijo, yo pienso en los valores que puede demostrar alguien con un gesto tan simple como ese. Faltando 500 metros me deja mientras me dice: “Disfrútalo, es todo tuyo”Kilometro 42…. lo disfruto, un túnel humano te recibe, te grita y te alienta, las emociones hacen fuerza por salir, escucho una voz detrás de una cámara que dice mi nombre justo antes de pasar el arco y es el momento más feliz de esos 42195 metros. Detengo el reloj, aprieto mi bandera y busco tras las vallas a quien me acompañó, aconsejó y confió en que podía lograrlo.
Un fuerte y largo abrazo es el cierre perfecto para 3 horas 38 minutos de carrera.
1 comentario:
Perfecto !!!
¿Que más queda decir?
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