En la época del imperio romano se decía que todos los caminos conducían a
Roma. Los lunes de mañana en la capital uruguaya parece que todos los
destinos nos llevan a la Plaza Independencia y sus alrededores.
Los vecinos no lo entienden, la vibración en
sus vidrios se debe solo a la longitud de onda de los sonidos graves,
esta es más amplia que la de los sonidos agudos, por eso son capaces de
sortear obstáculos, doblar la esquina, entrar por la ventana, subir la
escalera caracol y meterse en el dormitorio. Un día feriado a la hora de
la siesta es el mejor momento para probar los equipos, aunque los
vecinos no sepan nada de sonido.
Los días lentamente se van haciendo más largos, mirar por la ventana antes de salir del trabajo nos deja ver algo de luz natural y eso motiva por lo menos un poco más.
El viaje en ascensor hasta la tierra firme es demasiado largo, afuera nos espera la calle, con sus bajas temperaturas y por supuesto la noche.