En mi época de adolescente militante de izquierda, algunas de
sus canciones eran cita obligada de mateadas y reuniones, personaje
extraño, algo pirado y enigmático a la vez. Ideal para jóvenes sin
experiencia en los obscuros rincones por donde la vida nos obliga a
transitar.
Este señor poeta (o "zurcidor", como él
prefería denominarse) sigue manteniendo un extraño magnetismo sobre mi,
que a veces se acrecienta dependiendo de mis estados de ánimo, y
hoy como otras tantas veces lo extraño y lo escucho.
En
marzo de 2007 su corazón dejo de latir luego de atravesar dificultades
de salud y la muerte de su esposa, lo que lo sumió en una profunda
depresión.
Eduardo Darnauchans figura en esa pequeña lista de artistas que me hubiera gustado fotografiar y que nunca podré retratar.
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