Hoy recordé que hace un año escribía y publicaba algunas fotos sobre la celebración en Montevideo del día de la Virgen de Lourdes, como creo que sigue vigente lo vuelvo a compartir, con las fotos de ese momento y algunas de este año.
Cuando tenía 5 o 6 años, los 11 de cada mes, mi abuela me llevaba en un largo viaje en ómnibus hasta la Gruta De Lourdes. Por supuesto que yo no comprendía el motivo, pero tampoco me lo cuestionaba, era un paseo distinto y lo disfrutaba.
Ya en los últimos años de su vida no pudo continuar con esa costumbre, la última vez que pudo ir, hace muchos años, fui yo quien la llevo a ella, esta vez el viaje no fue en ómnibus, ni siquiera la fecha era un 11, pero creo que disfrutó el paseo como antes lo hacía yo.
Luego de mi niñez, volví varias veces a este lugar, quien sabe si esa costumbre inculcada por la vieja, dejo alguna marca en mí, lo cierto que el lugar tiene algo especial, algo que encuentro en esos lugares donde la gente deposita sus esperanzas y donde me parece notar que circula una energía distinta.
El 11 de febrero de 1858, dicen que la Virgen se le apareció por primera vez a una niña de nombre Bernadette, que muchos años después de su muerte sería canonizada, convirtiéndose en Santa Bernardette o Bernardita como la conocemos por estas latitudes.
Este 11 de febrero en una tarde calurosa, emprendí el viaje, bastante más corto de lo que recordaba de niño, en un ómnibus repleto de gente con el mismo destino.
Esta vez llegué con mi cámara, y con el único objetivo de retratar lo mejor posible la festividad.
Entre foto y foto observé los papelitos doblados y apretados entre las rocas de la gruta, cada uno con un pedido importante para su remitente. Cada flor, cada vela encendida, es un pedido, es esperanza, es fe.
Mientras leía cada una de las plaquetas agradeciendo que la gente pega en una pared, los recuerdos se mezclaban en mi mente.
Este es el resultado.
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