20 febrero 2011

Correr, correr y correr.

Damos un paso, después otro, sin darnos cuenta estamos caminando, y después corriendo; nos fijamos metas y las cumplimos; y luego nos fijamos otras más difíciles.

Corremos 10 kilómetros, después 21, después 42, y algunos pocos siguen superando distancias más lejanas. ¿Cuándo parar?

No sé si es sano, los extremos siempre son malos.


Quienes corren 12, 24, 48 horas o más, merecen todo mi respeto, aunque no los entienda.

Respeto su fuerza de voluntad, su capacidad de fijarse metas, y sobre todo de cumplirlas.


Quedan horas para el amanecer y un pequeño grupo de corredores siguen dando vueltas por un oscuro parque montevideano sumando ya más de 60 kilómetros. Alguno duerme y descansa dentro de su saco de dormir en un duro banco, otros se alimentan con carbohidratos y extrañas recetas caseras, otros alternan el trote con caminatas, algunos acompañan y cuentan las vueltas, y yo saco alguna foto mientras me pregunto que hago ahí a las tres de la mañana.

Cada loco con su tema.

No hay comentarios: