26 octubre 2009
23 octubre 2009
No importa a quien votás.
Soy respetuoso de las diferencias y por sobre todo creo en la honestidad, solidaridad y generosidad.
No me importa a quien votan, gente honesta, solidaria y generosa hay en todos lados, de los otros también hay en todos lados.
Pero con la ley de caducidad me gustaría plantearles que si están dudosos piensen en que vuestros hijos deberían vivir en un pais en que todos sean iguales ante la ley.
No se trata de venganza, ni de cobrar cuentas pasadas, sólo se trata de que los uruguayos queremos PAZ y no hay paz posible si queda como una espada de Damocles la posibilidad de que la justicia no funcione igual para todos. En realidad estamos enfrentados a un problema ético mucho más que jurídico.
Es imprescindible para el futuro este SI rosado.
No me importa a quien votan, gente honesta, solidaria y generosa hay en todos lados, de los otros también hay en todos lados.
Pero con la ley de caducidad me gustaría plantearles que si están dudosos piensen en que vuestros hijos deberían vivir en un pais en que todos sean iguales ante la ley.
No se trata de venganza, ni de cobrar cuentas pasadas, sólo se trata de que los uruguayos queremos PAZ y no hay paz posible si queda como una espada de Damocles la posibilidad de que la justicia no funcione igual para todos. En realidad estamos enfrentados a un problema ético mucho más que jurídico.
Es imprescindible para el futuro este SI rosado.
22 octubre 2009
Viernes 16 de octubre. Con más calma.
Una cagada el domingo, podía haber salido todo bien, pero no tuvimos suerte.
Podía haber salido el sol, pero fue el único momento de la semana que llovió.
Los Pumas podrían haber tenido equipos de lluvia, pero quién pudo haber pensado de antemano que no iban a ir porque si se mojaban de mañana, tenían que trabajar todo el día mojados. Cosas que solo pueden pasar en un país mediocre como este.
No hay forma de pedir disculpas, fue una cagada para todos, algo que nadie pudo prever arruino una fiesta que estaba organizada desde hacía mucho tiempo para que fuera perfecta.
Cuando estas cosas pasan, todos nos calentamos, los que organizan, los que tienen que dar la cara y las explicaciones, los que solo quería correr en hora, y los que escribimos en caliente comunicados y crónicas.
Los días pasan y uno puede ir viendo con más claridad y con más calma todo, el tiempo hace razonar y darse cuenta que a veces no se usan las palabras adecuadas para expresar la rabia que uno siente cuando las cosas no salen bien.
De todo se aprende, creo que ya lo he dicho, cada uno sabrá rescatar lo bueno y lo malo para no volver a repetir errores.
Ya vendrán otras carreras, y con ellas más críticas, no podemos dejar de ser lo que somos, unos tipos que corremos, opinamos, nos calentamos, y volvemos a correr.
Somos tres millones de directores técnicos, somos todos analistas políticos, opinamos de todos los temas como si de verdad supiéramos, y lo que es peor nos convencemos a nosotros mismos que de verdad sabemos de todo lo que hablamos.
No nos damos cuenta que el 90 % de las veces hablamos por hablar, y algunos hasta escribimos.
Criticamos a los que trabajan y a los que no hacen nada, criticamos a los que critican y a los que se cayán la boca. “Ese lo único que hace es hablar”, “Ese, es un boludo que no dice nunca nada”
Somos capaces de convertir nuestra pasión, algo tan simple como correr, en un montón de disputas, de dimes y diretes, de mensajes anónimos tratando de crear conflictos, de ensuciar, no importa de que manera, a quién no nos cae bien.
Cualquier mente sana, con algo de inteligencia, nos miraría de lejos y seguro sentiría lástima de tanta hipocresía.
Quién este libre de culpa que tire la primera piedra.
Podía haber salido el sol, pero fue el único momento de la semana que llovió.
Los Pumas podrían haber tenido equipos de lluvia, pero quién pudo haber pensado de antemano que no iban a ir porque si se mojaban de mañana, tenían que trabajar todo el día mojados. Cosas que solo pueden pasar en un país mediocre como este.
No hay forma de pedir disculpas, fue una cagada para todos, algo que nadie pudo prever arruino una fiesta que estaba organizada desde hacía mucho tiempo para que fuera perfecta.
Cuando estas cosas pasan, todos nos calentamos, los que organizan, los que tienen que dar la cara y las explicaciones, los que solo quería correr en hora, y los que escribimos en caliente comunicados y crónicas.
Los días pasan y uno puede ir viendo con más claridad y con más calma todo, el tiempo hace razonar y darse cuenta que a veces no se usan las palabras adecuadas para expresar la rabia que uno siente cuando las cosas no salen bien.
De todo se aprende, creo que ya lo he dicho, cada uno sabrá rescatar lo bueno y lo malo para no volver a repetir errores.
Ya vendrán otras carreras, y con ellas más críticas, no podemos dejar de ser lo que somos, unos tipos que corremos, opinamos, nos calentamos, y volvemos a correr.
Somos tres millones de directores técnicos, somos todos analistas políticos, opinamos de todos los temas como si de verdad supiéramos, y lo que es peor nos convencemos a nosotros mismos que de verdad sabemos de todo lo que hablamos.
No nos damos cuenta que el 90 % de las veces hablamos por hablar, y algunos hasta escribimos.
Criticamos a los que trabajan y a los que no hacen nada, criticamos a los que critican y a los que se cayán la boca. “Ese lo único que hace es hablar”, “Ese, es un boludo que no dice nunca nada”
Somos capaces de convertir nuestra pasión, algo tan simple como correr, en un montón de disputas, de dimes y diretes, de mensajes anónimos tratando de crear conflictos, de ensuciar, no importa de que manera, a quién no nos cae bien.
Cualquier mente sana, con algo de inteligencia, nos miraría de lejos y seguro sentiría lástima de tanta hipocresía.
Quién este libre de culpa que tire la primera piedra.
12 octubre 2009
Las imágenes del fin de semana, un video y una reflexión.
Fin de semana un poco raro, con un sábado esplendido y un domingo gris, fin se semana raro, lo que en parte fue una fiesta dejo un sabor algo amargo, y como todo en la vida, también una enseñanza.
No voy a dar explicaciones, las disculpas por la demora ya se dieron, algunos supieron entender y otros no, a los primeros gracias, a los segundos…, gracias.
Me detengo solo un instante a pensar en las actitudes de todos y cada uno de los que el domingo estuvieron o debieron estar en Sayago.
Pienso en los que estuvieron corriendo desde días antes para que todo saliera bien, los que madrugaron pese a la lluvia, o los que por no tener equipos de lluvia se quedaron sentados tomando mate y comprometieron la seguridad de todos.
Pienso en los que dejaron de hacer lo que más les gusta para que la fiesta pudiera empezar, y en los que pese a la responsabilidad que en ellos delegamos, solo se quedaron debajo del arco esperando una llamada para largar la carrera, mientras uno (si solo uno) se la jugó y no dio el OK hasta estar completamente seguro que el circuito estaba cerrado y seguro para todos.
Pienso en los compañeros de otros equipos que lo primero que hicieron al llegar a su casa fue mandar un mail pidiendo la adjudicación de puntos para los que no corrieron, y en los que el primer mail que escribieron fue para lavarse las manos.
Gracias a los que tuvieron la idea, pero no quiero esos puntos para que figuren en una página de internet, siento que tiene más valor que no estén.
Un tipo, de esos buenos tipos que tengo la suerte de conocer, escribió que lo hizo para darle un ejemplo de solidaridad a su hija, eso tiene mucho más valor que uno o dos puestos en una tabla que solo nosotros miramos.
Siempre se aprende.
10 octubre 2009
Crónica contra reloj.
Correr más de 10K el sábado en Las Piedras, y al otro día casi 18K en las Sierras, (que paradoja, también entre “las piedras”), me dejo bastante cansado.
El sábado a pesar del calor y de los planes de “no matarme” para cuidar mi rendimiento en la Salomon, hice una carrera a mi ritmo normal, hice los tiempos de siempre y me cansé como siempre.
Tenía pocas horas para descansar y al gobierno se le ocurrió justo adelantar la hora ese fin de semana, por consiguiente una hora menos de descanso en una noche de esas que no se puede descansar bien por la ansiedad.
A diferencia de lo que pasa entre semana, el domingo me despierto en hora y emprendo el viaje, entre adolescentes “resaqueados” luego de una noche de baile tomo el ómnibus para llegar al punto de encuentro con los compañeros de equipo y partir rumbo a Minas en un corto viaje; se que él chofer es muy respetuoso de las normas de tránsito pero igual no me sorprende en un momento del viaje, ver que la aguja del tablero marca 160Km/h, todos queríamos llegar a tiempo.
Al llegar ya estaba cansado, más cuando tuve que caminar más de 1K desde el estacionamiento hasta la largada en dos oportunidades. Por suerte la organización, en algo muy extraño para lo que nos tiene acostumbrados estaba un poco atrasada, pero no lo suficiente para descansar un poquito más.
A los 2 Km de la carrera, mi champión queda preso del barro, me detengo para recuperarlo y volverme a calzar, cuando intento volver a correr, algo me impide mover las piernas al ritmo que quisiera, no habíamos llegado al kilómetro tres y ya estaba caminando un poco.
Más de la mitad de la carrera en subida, y el final escalando una pared de 200 metros, fueron suficientes para fundirme, a 50 mts de cruzar la meta, siento las dos piernas acalambradas, no puedo caminar justo en ese momento, soporto el dolor como puedo y llego para tirarme del otro lado del arco. El señor de la Cruz Roja trata de estirar mis agarrotados músculos y Pablo Lapaz me hace masajes con Ratisalil.
Solo queda la caminata hasta el estacionamiento y la vuelta a casa.
Llego a Montevideo, me castigo con una napolitana y una cerveza bien fría, duermo una larga siesta. Se termina el fin de semana.
El resto de la semana, la pasé cansado, como siempre sin entrenar, durmiendo mal y alimentandome peor. Deseando que llegue el viernes para descansar un poco.
Llega el jueves, reunión muy emotiva de capitanes en la AAU, debido al nombre con que se designa la etapa del Cerrito (Edison Pellejero), el presidente se emociona ante la noticia y el cerrado aplauso.
Pese al cansancio acumulado, una frase escuchada en la reunión ronda en mi cabeza, se hablaba de la fiesta cuando una integrante de la agrupación insta a los socios a que en la fiesta demuestren sus dotes de baile diciendo: “ El baile es la expresión vertical de un deseo horizontal”.
Estoy a tres cuadras de una conocida milonga donde en ocasiones paso música, luego de tan acertado análisis sobre el baile, porque no ir a tomar algo y escuchar (ya que no bailo) algunos tangos.
Como todas las semanas, llego un poco tarde a casa para escribir la crónica, esta vez decido sentarme en la cama para hacerlo. Grave error.
La botella de Cabernet Suavignon que tomé con mis amigos, se transforma en la culpable de que no pasen más de 5 minutos antes de estar dormido.
Llega el viernes, el sol se mete entre la ventana, tengo que llegar a tiempo al trabajo, pero no puedo dejar de escribir la crónica, hoy sale sin pensar demasiado, es como toda carrera, es como la vida misma, es una cuestión de tiempos, es una crónica contra reloj.
El sábado a pesar del calor y de los planes de “no matarme” para cuidar mi rendimiento en la Salomon, hice una carrera a mi ritmo normal, hice los tiempos de siempre y me cansé como siempre.
Tenía pocas horas para descansar y al gobierno se le ocurrió justo adelantar la hora ese fin de semana, por consiguiente una hora menos de descanso en una noche de esas que no se puede descansar bien por la ansiedad.
A diferencia de lo que pasa entre semana, el domingo me despierto en hora y emprendo el viaje, entre adolescentes “resaqueados” luego de una noche de baile tomo el ómnibus para llegar al punto de encuentro con los compañeros de equipo y partir rumbo a Minas en un corto viaje; se que él chofer es muy respetuoso de las normas de tránsito pero igual no me sorprende en un momento del viaje, ver que la aguja del tablero marca 160Km/h, todos queríamos llegar a tiempo.
Al llegar ya estaba cansado, más cuando tuve que caminar más de 1K desde el estacionamiento hasta la largada en dos oportunidades. Por suerte la organización, en algo muy extraño para lo que nos tiene acostumbrados estaba un poco atrasada, pero no lo suficiente para descansar un poquito más.
A los 2 Km de la carrera, mi champión queda preso del barro, me detengo para recuperarlo y volverme a calzar, cuando intento volver a correr, algo me impide mover las piernas al ritmo que quisiera, no habíamos llegado al kilómetro tres y ya estaba caminando un poco.
Más de la mitad de la carrera en subida, y el final escalando una pared de 200 metros, fueron suficientes para fundirme, a 50 mts de cruzar la meta, siento las dos piernas acalambradas, no puedo caminar justo en ese momento, soporto el dolor como puedo y llego para tirarme del otro lado del arco. El señor de la Cruz Roja trata de estirar mis agarrotados músculos y Pablo Lapaz me hace masajes con Ratisalil.
Solo queda la caminata hasta el estacionamiento y la vuelta a casa.
Llego a Montevideo, me castigo con una napolitana y una cerveza bien fría, duermo una larga siesta. Se termina el fin de semana.
El resto de la semana, la pasé cansado, como siempre sin entrenar, durmiendo mal y alimentandome peor. Deseando que llegue el viernes para descansar un poco.
Llega el jueves, reunión muy emotiva de capitanes en la AAU, debido al nombre con que se designa la etapa del Cerrito (Edison Pellejero), el presidente se emociona ante la noticia y el cerrado aplauso.
Pese al cansancio acumulado, una frase escuchada en la reunión ronda en mi cabeza, se hablaba de la fiesta cuando una integrante de la agrupación insta a los socios a que en la fiesta demuestren sus dotes de baile diciendo: “ El baile es la expresión vertical de un deseo horizontal”.
Estoy a tres cuadras de una conocida milonga donde en ocasiones paso música, luego de tan acertado análisis sobre el baile, porque no ir a tomar algo y escuchar (ya que no bailo) algunos tangos.
Como todas las semanas, llego un poco tarde a casa para escribir la crónica, esta vez decido sentarme en la cama para hacerlo. Grave error.
La botella de Cabernet Suavignon que tomé con mis amigos, se transforma en la culpable de que no pasen más de 5 minutos antes de estar dormido.
Llega el viernes, el sol se mete entre la ventana, tengo que llegar a tiempo al trabajo, pero no puedo dejar de escribir la crónica, hoy sale sin pensar demasiado, es como toda carrera, es como la vida misma, es una cuestión de tiempos, es una crónica contra reloj.
Dos años
Tres de la mañana, otra vez caminando por el centro, en una esquina veo parado un taxi, me acerco, el chofer está dormido, no vale la pena despertarlo por un viaje tan corto. Camino un par de cuadras mientras busco otro taxi libre, paso por la puerta de la jefatura, el policía de guardia duerme plácidamente. Continúo mi marcha, miro hacia dentro de un conocido hotel, en la recepción no hay nadie, pero a unos metros en uno de los cómodos sillones, sin ninguna vergüenza, duerme un señor mayor con la cabeza caída hacia un lado.
La semana pasada cumplí dos años desde mi debut como corredor, y no pudo ser mejor el festejo que compartiendo la carrera infantil junto con mi hijo pequeño. Ya ha pasado casi una semana, pero cada vez que hemos estado juntos, recordamos los detalles de la carrera, hace planes para la próxima y al él se le iluminan los ojos.
A él se le iluminan los ojos y a mí también.
A dos años de mi debut no he podido dejar de pensar en cómo sería mi vida si el 29 de setiembre de 2007 no hubiera corrido esa carrera en Colón.
Tal vez hubiera seguido corriendo 30 minutos por semana, o cada 15 días, pensando que era suficiente como para estar, o tratar de estar en forma, tal vez hubiera sido mejor así.
Si yo no corriera, todo sería distinto, pesaría unos kilos más, comería tranquilamente mi napolitana y no estaría pensando en la necesidad de comer fruta, miel, o tallarines. No tendría botellitas con agua en la heladera, ni gastaría en comprar Gatorade, geles, o barritas de cereal.
Tomaría menos agua y más vino que ahora.
Si no corriera, no me dolería todas las mañanas el tendón de Aquiles, no me pasparía ni tendría que ir a la farmacia a comprar vaselina. No estaría preocupado por mi frecuencia cardíaca antes o después del ejercicio. No tendría las uñas negras de mis pies, ni sentiría en las piernas dolores de todo tipo cada domingo.
Si no corriera, no sabría que hay un campeonato que es el más importante de la región, menos que hay carreras que son marca registrada, no gastaría en comprar ni en reactivar un pedazo de plástico verde que una vez até a mis cordones y nunca más retiré.
Si no corriera, conocería muchos menos lugares de los que conozco, nunca hubiera ido a San Ramón, ni a Pueblo Aznares, no hubiera subido la Sierra de las Animas, ni ido dos veces a Piriapolis en una semana solo para subir el cerro San Antonio.
Probablemente tampoco me hubiera comprado una bicicleta, y menos calzas cortas, y mucho menos calzas largas.
En mi ropero habría más camisas que remeras Dry Fit, más vaqueros que pantalones deportivos, y la lavadora no la usaría tanto. No me importaría tener un solo par de championes, aunque notase que ya se está desgastando.
Si hace dos años no hubiera corrido en Colón, seguro que no tendría facebook, ni un blog, ni un modem inalámbrico para estar siempre conectado. No perdería horas de mi vida recorriendo páginas de internet que repiten unas y otra vez las mismas noticias. Tendría muchos menos contactos en el MSN y no habría tantas fotos mías en el ciberespacio.
Si no corriera, mi presupuesto de celular sería menor, tendría pocos amigos a quien llamar y mi teléfono sonaría mucho menos. Serían pocos, o ninguno, los que se preocuparan por mí cuando pongo una frase melancólica en el Messenger, serían menos los que me dan para adelante y me ayudan con un empujoncito a superar esas subidas interminables que tiene la vida.
Si no corriera, no me preocuparía acostarme tarde, ni miraría con envidia a los tipos que duermen mientras yo intento llegar lo antes posible a casa.
Si no corriera no llegaría a casa a las 3 y media de un viernes a escribir una crónica.
Si no corriera, no sería el mismo.
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