Esta crónica podría hablar de la nostalgia, y de esa moda de los últimos años de usar el feriado del 25 de agosto para organizar fiestas de todo tipo, color y tamaño (y precio por supuesto) para que los que casi nunca salen puedan tener una escusa para comprar ropa interior, ir a la peluquería y hasta pasar la noche en un hotel de alta rotatividad. Digo yo, ¿esto lo hacen solo una vez al año?, que aburrido ¿no?
Los veteranos y los no tan veteranos salena bailar o cenar, se escuchan durante semanas los mismos temas musicales, los informativos hacen los mismos informes que años anteriores y volvemos a ver la cara de Berch Rupenian, Henry Mullins y Pablo Lecueder en la televisión.
Ya nadie se acuerda lo que paso en el año 1825, y el informe sobre el acto en la Piedra Alta de Florida, ocupa un lugar secundario en los medios de prensa.
Para mí y un montón de gente es la oportunidad de hacer unos pesos, así que no me voy a quejar demasiado.
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Esta crónica podría hablar de las actitudes de algunos organismos oficiales, que dejan de pensar en lo que es mejor para los corredores, y deciden en función de sus intereses particulares, o de sus diferencias con otras personas.
Parece cuento, pero no lo es, ¿o debería decir “parece joda”?
Soy un convencido de que no existe ser humano, que no mantenga cierto grado de locura en su proceder diario, se podría decir que la locura ya es parte de lo normal.
Los que corren están locos, los que no corren están locos, y por lo visto los que pretenden organizar a los que corren, no corren, por ende también están locos.
Ósea, es normal que estemos todos locos.
En este país lo único que importa es defender tu propia chacrita, nadie le da bola a nadie, y al final nos terminamos perjudicando todos.
Si Ramoncito organiza una fiesta el domingo, Josecito se enoja porque el otro es más popular y se va a llevar todas las minas, entonces le pide a Daniel, el hijo del bancario que tiene una linda casita en la rambla que organice un asado el mismo día. Cuando Daniel manda las invitaciones, se entera Ramoncito.
Ramoncito se enoja con Daniel, Daniel con Josecito porque no le dijo nada, y Josecito con Ramoncito por armar lío.
¿Y quiénes se joden? Los invitados que tienen que elegir entre la fiesta y el asado cuando les gustaría ir a los dos lados.
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Pero esta crónica es para otra persona.
Es para vos que nunca me leíste y que ni siquiera supiste que corría 10 kilómetros en 47 minutos. No se si me llegarías a entender si te lo explicaba, ni siquiera si me creerías que hay unos cuantos que leen lo que escribo.
Nunca me contaste un cuento antes de dormir, no hacías ricas tortas y hasta podría decir que no recuerdo muchos abrazos, pero es algo que no puedo asegurar. A tu modo nos contuviste en nuestros primeros años.
Aún recuerdo cuando a mis 6 años, ataste un cordón de mis zapatos y me dijiste: “el otro lo atas vos”, y te fuiste dejándome solo y pensando porque hacías eso. Por supuesto que me esforcé y lo até, y desde ese día siempre los he atado solo.
Recuerdo las veces que te acompañaba a vender ropa usada a la feria, cuando hacíamos largas colas en la caja de jubilaciones, y hasta tus incomibles tortas fritas.
No creías en Dios, o por lo menos nunca me lo dijiste, pero igual una vez por mes, íbamos a la iglesia del Cordón a buscar una bolsita de ropa y comida. Nos llevabas a la escuela, a la placita Varela, y en verano nos rezongabas cuando no nos queríamos ir de la playa Ramírez.
No teníamos un peso, vivíamos en un galpón, pero supimos a tu lado, crecer felices.
Hace más de 15 años los médicos aseguraron varias veces que te quedaba poco, pero siempre fuiste terca y les demostraste que se equivocaban. Ya el último tiempo casi no veías, y apenas escuchabas, pero sentir a tus bisnietos cerca te dibujaba una sonrisa. Y aunque no podías caminar, te las ingeniabas para bajar tres pisos por escalera a jugar a la quiniela.
Al final no me reconocías y me decías “Cacho”, como le decías a ese hermano tuyo que se fue hace tiempo, y con el que espero puedas estar ahora.
Ayer cuando te fui a ver por última vez, pase por ese quiosco donde hacías tus apuestas, y en tu nombre jugué un par de números, algunos de los que siempre seguías, me fue como a vos la mayoría de las veces y no saqué nada.
Hasta luego Ema, o mejor dicho como te dicen mis hijos, “abuela viejita”.
29 agosto 2009
Entre nostalgia y velocidad, un montón de divagues.
La pared inmensa enfrente, la cancha de monolítico impecablemente fría a los pies.
La paleta Guastavino de 480 grs. se hamaca en mi mano derecha, busca pegarle a la Spalding azul con fuerza y precisión, a veces lo logra, a veces no.
Al ruido de la pelota siendo golpeada por la paleta y rebotando contra la pared, solo lo acompaña el sonido de la respiración de los jugadores, entre tanto y tanto algún chiste, alguna risa o baboseada, y a seguir jugando.
Las carreras cortitas para llegar a la pelota antes del segundo pique se repiten una y otra vez. Los partidos a 21 pasan uno tras otro.
Más tarde vendrán los 45 minutos de gimnasia, las dos horas de fútbol de salón, y tres veces por semana, las prácticas de voleibol hasta las 12 de la noche.
Al otro día el madrugón, para ir a trabajar en bicicleta.
Hace 20 años el tiempo y el cuerpo me daba para todo esto, hoy lo más agotador que hago es ejercitar los dedos sobre el teclado.
Hace 20 años Benjamín Sinclair Johnson corría los 100 mts en 9,79 segundos batiendo un record que le duraría solo tres días por culpa de los malditos esteroides. No solo perdería una medalla, también la posibilidad de ganar entre 10 y 15 millones de dólares en contratos. Eso si, ganaría la carga de ser recordado por ser alguien con muchos musculos y poco cerebro.
No voy a caer en la pavada de mencionar que a fines de los 80, en este país, los cuadros grandes eran cuadros grandes, y disputaban finales de campeonatos de América y del mundo. Ni que Uruguay podía jugar en tres mundiales seguidos, aunque siempre perdiera en la misma fase.
Por suerte ya no me importaba el fútbol y de a poco me iba dando cuenta que no tenía las cualidades para destacarme en ningún deporte. Lo mío era solo participar y divertirme, difícil que le ganara a alguien.
Después de tomar conciencia de mis dificultades para brillar en lo deportivo, decidí entrar en un largo receso para planificar mi regreso a las canchas con mayor éxito.
Luego de casi 15 años sin actividad volví a la práctica deportiva, pero como ustedes saben sin lograr destacarme, por lo menos en lo que se refiere al rendimiento.
Lo pensé, y lo pensé hasta que mirando por la tele al Jamaiquino Usain bajar sus records con tanta facilidad, y después de ver la belleza de sudafricana Semenya a quien le cuestionan su sexualidad, hice una asociación de ideas con lo sucedido a Ben Johnson.
Antes de lograr mejorar sus tiempos, Johnson contrató varios agentes y médicos, como el estadounidense Larry Heidebrecht y el libanés Jamie Astaphan , por lo que he pensado seguir su ejemplo y contratar a un cirujano plástico para que moldee mi figura y a un coreógrafo que me ayude a estilizar mi estilo de carrera, así como también algún traficante que me proporcione algunas sustancias prohibidas. De toda esta mezcla de especialistas surgirá un nuevo Tubino.
Un tipo veloz como Bolt, con grandes aspiraciones como Johnson y de una belleza indiscutida en el correr como Semenya.
¿Quién sabe?, el tiempo pasa, lo que parecía imposible hace 20 años, ya lo vemos con normalidad hoy. Ya no nos preguntamos si será posible bajar el record de los 100 metros, solo esperamos con ansiedad conocer en cuantas milésimas de segundo se detendrá la próxima vez el reloj.
Si en las fotos de hace uno o dos años veo al mismo compañero gordito que ahora se me adelanta con facilidad en todas las carreras, ¿no será posible que en algún momento sea yo el que llegue primero a la línea de meta?
¿Quién sabe, no?
La paleta Guastavino de 480 grs. se hamaca en mi mano derecha, busca pegarle a la Spalding azul con fuerza y precisión, a veces lo logra, a veces no.
Al ruido de la pelota siendo golpeada por la paleta y rebotando contra la pared, solo lo acompaña el sonido de la respiración de los jugadores, entre tanto y tanto algún chiste, alguna risa o baboseada, y a seguir jugando.
Las carreras cortitas para llegar a la pelota antes del segundo pique se repiten una y otra vez. Los partidos a 21 pasan uno tras otro.
Más tarde vendrán los 45 minutos de gimnasia, las dos horas de fútbol de salón, y tres veces por semana, las prácticas de voleibol hasta las 12 de la noche.
Al otro día el madrugón, para ir a trabajar en bicicleta.
Hace 20 años el tiempo y el cuerpo me daba para todo esto, hoy lo más agotador que hago es ejercitar los dedos sobre el teclado.
Hace 20 años Benjamín Sinclair Johnson corría los 100 mts en 9,79 segundos batiendo un record que le duraría solo tres días por culpa de los malditos esteroides. No solo perdería una medalla, también la posibilidad de ganar entre 10 y 15 millones de dólares en contratos. Eso si, ganaría la carga de ser recordado por ser alguien con muchos musculos y poco cerebro.
No voy a caer en la pavada de mencionar que a fines de los 80, en este país, los cuadros grandes eran cuadros grandes, y disputaban finales de campeonatos de América y del mundo. Ni que Uruguay podía jugar en tres mundiales seguidos, aunque siempre perdiera en la misma fase.
Por suerte ya no me importaba el fútbol y de a poco me iba dando cuenta que no tenía las cualidades para destacarme en ningún deporte. Lo mío era solo participar y divertirme, difícil que le ganara a alguien.
Después de tomar conciencia de mis dificultades para brillar en lo deportivo, decidí entrar en un largo receso para planificar mi regreso a las canchas con mayor éxito.
Luego de casi 15 años sin actividad volví a la práctica deportiva, pero como ustedes saben sin lograr destacarme, por lo menos en lo que se refiere al rendimiento.
Lo pensé, y lo pensé hasta que mirando por la tele al Jamaiquino Usain bajar sus records con tanta facilidad, y después de ver la belleza de sudafricana Semenya a quien le cuestionan su sexualidad, hice una asociación de ideas con lo sucedido a Ben Johnson.
Antes de lograr mejorar sus tiempos, Johnson contrató varios agentes y médicos, como el estadounidense Larry Heidebrecht y el libanés Jamie Astaphan , por lo que he pensado seguir su ejemplo y contratar a un cirujano plástico para que moldee mi figura y a un coreógrafo que me ayude a estilizar mi estilo de carrera, así como también algún traficante que me proporcione algunas sustancias prohibidas. De toda esta mezcla de especialistas surgirá un nuevo Tubino.
Un tipo veloz como Bolt, con grandes aspiraciones como Johnson y de una belleza indiscutida en el correr como Semenya.
¿Quién sabe?, el tiempo pasa, lo que parecía imposible hace 20 años, ya lo vemos con normalidad hoy. Ya no nos preguntamos si será posible bajar el record de los 100 metros, solo esperamos con ansiedad conocer en cuantas milésimas de segundo se detendrá la próxima vez el reloj.
Si en las fotos de hace uno o dos años veo al mismo compañero gordito que ahora se me adelanta con facilidad en todas las carreras, ¿no será posible que en algún momento sea yo el que llegue primero a la línea de meta?
¿Quién sabe, no?
25 agosto 2009
Las imágenes del fin de semana.
El domingo un amigo me dijo, si no corriste los 10K del Cerro, no corriste 10K.
Será que siempre las carreras más duras son las más disfrutables.
Muy lindo día para que los vecinos de la villa pudieran disfrutar del multicolor pasaje de corredores.
Al otro día, en plena noche de la nostalgia aún se sentía el dolor en las piernas, lo que no impidió bailar y seguir moviendo el cuerpo.
Todas las fotos de la carrera aquí
Será que siempre las carreras más duras son las más disfrutables.
Muy lindo día para que los vecinos de la villa pudieran disfrutar del multicolor pasaje de corredores.
Al otro día, en plena noche de la nostalgia aún se sentía el dolor en las piernas, lo que no impidió bailar y seguir moviendo el cuerpo.
Todas las fotos de la carrera aquí
20 agosto 2009
15 agosto 2009
Otra semana más.
Domingo a la tarde, estoy en el cine junto a mi hija, pasaron solo 3 horas desde que terminó una nueva carrera, no tuve tiempo de almorzar, solo de bañarme y salir volando a buscarla para llegar a la función en hora, la película dura 170 minutos, almuerzo pop y coca cola, cabeceo varias veces, mis piernas no encuentran acomodo y siento el cansancio, pero esta tarde el tiempo es para ella.
Y para mí junto a ella.
Luego el largo regreso a su casa, la charla cotidiana sobre el colegio, sus amigas, la película; charla poco profunda en contenido pero tan necesaria para sentirnos unidos; no le hablé de carreras, de tiempos ni de entrenamientos. No creo que le interesen mis promedios y cuantos puntos de ventaja me lleva algún compañero.
La tarde es de ella.
Solo por pelearme, y aún sabiendo mi respuesta, me pide volver en taxi, le explico las ventajas del boleto 2 horas y el beneficio de no pagar boleto por su edad. No la convenzo, pero el ómnibus llega antes de que me siga peleando.
El fin de semana termina, hago el esfuerzo de terminar de leer un buen libro que empecé el viernes, pero los ojos se me cierran. Será mañana.
Lunes regenerativo por la rambla, más que trotar caminé, 7K en 40 minutos, un verdadero paseo. Termino el libro.
La semana transcurre con el objetivo de descansar y entrenar. Me levanto temprano, llego y me voy en hora del trabajo, corro por la rambla un par de veces en horarios normales para un buen deportista, y me alimento de una forma casi, casi sana. Hasta cometo la locura de cocinar.
No es que me preocupe que mi principal contrincante en la tabla de la AAU ya me haya sacado 10 puntos de ventaja, cuando hace un año yo llegaba a la meta 10 minutos antes que él, no, eso ya lo dije, no me interesa.
No es que la próxima carrera debamos subir el cerro, y aún recuerdo el año anterior, cuando por haberme acostado el mismo día a las 4 de la mañana camine un poquito sin que nadie lo notara, hace un año era un desconocido atleta libre, hoy debo cuidar mis apariencias.
A veces es necesario dejar de lado la competencia, sobre todo cuando uno ya no puede ganarle a nadie. Aunque siempre es difícil dejar de sentir la obligación de hacer algo por mantener los tiempos, de por lo menos una o dos veces por semana salir a correr y convencerse de que estamos entrenando, aunque después comamos y tomemos cualquier cosa.
Jueves, final del día, casi el final de la semana, subo al ómnibus esperando conseguir asiento para comenzar a leer una novela que me han prestado. En la radio del 130 se escuchan temas lentos de los 80, mientras espero para sacar el boleto relojeo el pasillo y solo quedan un par de lugares libres, hoy tengo suerte y viajo sentado. La señora del asiento contiguo tiene los mismos planes que yo, y también se hace de un libro para acompañar el viaje de 45 minutos. La luz del bondi no ayuda a leer, todos los tubos son azules y entre la música y la luz negra parece que viajamos en una discoteca, lo comento con mi vecina de asiento, nos reímos un poco, me dice que esa luz no sirve para nada, y le contesto que para bailar seguro que sí. Se ríe otra vez, y empieza a leer.
Semana prolija esta, por lo menos al principio, aún me quedan viernes y sábado para trasnochar.
Y para mí junto a ella.
Luego el largo regreso a su casa, la charla cotidiana sobre el colegio, sus amigas, la película; charla poco profunda en contenido pero tan necesaria para sentirnos unidos; no le hablé de carreras, de tiempos ni de entrenamientos. No creo que le interesen mis promedios y cuantos puntos de ventaja me lleva algún compañero.
La tarde es de ella.
Solo por pelearme, y aún sabiendo mi respuesta, me pide volver en taxi, le explico las ventajas del boleto 2 horas y el beneficio de no pagar boleto por su edad. No la convenzo, pero el ómnibus llega antes de que me siga peleando.
El fin de semana termina, hago el esfuerzo de terminar de leer un buen libro que empecé el viernes, pero los ojos se me cierran. Será mañana.
Lunes regenerativo por la rambla, más que trotar caminé, 7K en 40 minutos, un verdadero paseo. Termino el libro.
La semana transcurre con el objetivo de descansar y entrenar. Me levanto temprano, llego y me voy en hora del trabajo, corro por la rambla un par de veces en horarios normales para un buen deportista, y me alimento de una forma casi, casi sana. Hasta cometo la locura de cocinar.
No es que me preocupe que mi principal contrincante en la tabla de la AAU ya me haya sacado 10 puntos de ventaja, cuando hace un año yo llegaba a la meta 10 minutos antes que él, no, eso ya lo dije, no me interesa.
No es que la próxima carrera debamos subir el cerro, y aún recuerdo el año anterior, cuando por haberme acostado el mismo día a las 4 de la mañana camine un poquito sin que nadie lo notara, hace un año era un desconocido atleta libre, hoy debo cuidar mis apariencias.
A veces es necesario dejar de lado la competencia, sobre todo cuando uno ya no puede ganarle a nadie. Aunque siempre es difícil dejar de sentir la obligación de hacer algo por mantener los tiempos, de por lo menos una o dos veces por semana salir a correr y convencerse de que estamos entrenando, aunque después comamos y tomemos cualquier cosa.
Jueves, final del día, casi el final de la semana, subo al ómnibus esperando conseguir asiento para comenzar a leer una novela que me han prestado. En la radio del 130 se escuchan temas lentos de los 80, mientras espero para sacar el boleto relojeo el pasillo y solo quedan un par de lugares libres, hoy tengo suerte y viajo sentado. La señora del asiento contiguo tiene los mismos planes que yo, y también se hace de un libro para acompañar el viaje de 45 minutos. La luz del bondi no ayuda a leer, todos los tubos son azules y entre la música y la luz negra parece que viajamos en una discoteca, lo comento con mi vecina de asiento, nos reímos un poco, me dice que esa luz no sirve para nada, y le contesto que para bailar seguro que sí. Se ríe otra vez, y empieza a leer.
Semana prolija esta, por lo menos al principio, aún me quedan viernes y sábado para trasnochar.
12 agosto 2009
10 agosto 2009
Las imágenes del fin de semana.
Otra etapa muy bien organizada por el equipo de Los Rojos, el Centro Protección de Choferes y el constante apoyo de la AAU.
Carrera para los más chicos, participación de toda la familia Roja en la organización y presencia de los atlétas de elite.
Medallas para todos los niños y para todos los grandes.
La Agrupación sigue creciendo, en número de participantes y en profesionalismo al organizar sus etapas.
De mis tiempos mejor no hablar.
Más fotos aquí
Carrera para los más chicos, participación de toda la familia Roja en la organización y presencia de los atlétas de elite.
Medallas para todos los niños y para todos los grandes.
La Agrupación sigue creciendo, en número de participantes y en profesionalismo al organizar sus etapas.
De mis tiempos mejor no hablar.
Más fotos aquí
Todo a su tiempo
(Mi humilde homenaje al ejemplo que nos dan los veteranos)
Recién ahora me estoy dando cuenta, tanto hablar de lo mismo, tanto joder con el entrenamiento, el poco descanso o el poco rendimiento y la respuesta al fin la encontré.
El tema es saber esperar, como todo en mi vida, debo tomarlo con calma y esperar el momento más oportuno para demostrar mi gran capacidad.
Estuve leyendo sobre el mundial de veteranos y los logros de los atletas uruguayos, de los viejos atletas uruguayos y una vez más encontré la solución a mis dilemas. Saber esperar.
Si alguien de 84 años gana una medalla de oro en Pentatlón, si a los 75 años se obtiene una medalla de plata en Decatlón o con más de 65 se gana una medalla de oro en 300m vallas, algo quiere decir, hay que saber esperar.
Lo mío es ser campeón de veteranos. Ahora entiendo algunos de mis gustos, por algo escucho a Zitarrosa, musicalizo milongas, aprendo a entender el tango, y corro en el fondo todas las carreras de la AAU.
Ya voy a comenzar a gestionar mi presencia en los campeonatos de ASAVUR (Asoc. De Atletas Veteranos), aunque estoy seguro que por ahora no puedo llegar al nivel necesario para ganarle a los veteranos, es un buen momento para empezar a preparar mi participación en un mundial, 30 o 35 años de entrenamiento y voy a llegar seguro a correr en un buen tiempo, y les aseguro, anótenlo, que voy a estar en el podio.
Pero mientras, como me estoy dando cuenta que aún soy un pendejo y todavía me faltan años para lograr mi mejor momento, seguiré por ahora viviendo esta eterna adolescencia, recorriendo boliches, alimentándome mal y trasnochando varios días a la semana Puedo hacer como los menores de Sayago que faltan a las carreras porque la noche anterior tuvieron un cumpleaños de 15, o en la mañana hace mucho frío para ir a correr. Total aún tengo tiempo.
Ojo, no me vengan con comentarios de que estos abuelos para conseguir sus medallas hicieron toda su vida deporte y aún lo siguen haciendo. No me vengan a contar que son buena gente, que mientras entrenan tempranito en la pista de atletismo, entre intercambios de recetas de cocina y cuentos de sus nietos, reparten a los jovencitos de mi edad, sus sabios consejos aprendidos en la experiencia que dan los años.
No me vengan con que lograr destacarse en un mundial de veteranos es un premio al esfuerzo y dedicación de toda una vida. A mi con eso no me convencen, yo se esperar.
Por las dudas, como hace frío, me estoy preparando un té de guaco y miel, ya me calenté el agua de la bolsa y me voy a acostar para levantarme temprano a escuchar a Gardel en Radio Clarín.
Chan, chan.
Recién ahora me estoy dando cuenta, tanto hablar de lo mismo, tanto joder con el entrenamiento, el poco descanso o el poco rendimiento y la respuesta al fin la encontré.
El tema es saber esperar, como todo en mi vida, debo tomarlo con calma y esperar el momento más oportuno para demostrar mi gran capacidad.
Estuve leyendo sobre el mundial de veteranos y los logros de los atletas uruguayos, de los viejos atletas uruguayos y una vez más encontré la solución a mis dilemas. Saber esperar.
Si alguien de 84 años gana una medalla de oro en Pentatlón, si a los 75 años se obtiene una medalla de plata en Decatlón o con más de 65 se gana una medalla de oro en 300m vallas, algo quiere decir, hay que saber esperar.
Lo mío es ser campeón de veteranos. Ahora entiendo algunos de mis gustos, por algo escucho a Zitarrosa, musicalizo milongas, aprendo a entender el tango, y corro en el fondo todas las carreras de la AAU.
Ya voy a comenzar a gestionar mi presencia en los campeonatos de ASAVUR (Asoc. De Atletas Veteranos), aunque estoy seguro que por ahora no puedo llegar al nivel necesario para ganarle a los veteranos, es un buen momento para empezar a preparar mi participación en un mundial, 30 o 35 años de entrenamiento y voy a llegar seguro a correr en un buen tiempo, y les aseguro, anótenlo, que voy a estar en el podio.
Pero mientras, como me estoy dando cuenta que aún soy un pendejo y todavía me faltan años para lograr mi mejor momento, seguiré por ahora viviendo esta eterna adolescencia, recorriendo boliches, alimentándome mal y trasnochando varios días a la semana Puedo hacer como los menores de Sayago que faltan a las carreras porque la noche anterior tuvieron un cumpleaños de 15, o en la mañana hace mucho frío para ir a correr. Total aún tengo tiempo.
Ojo, no me vengan con comentarios de que estos abuelos para conseguir sus medallas hicieron toda su vida deporte y aún lo siguen haciendo. No me vengan a contar que son buena gente, que mientras entrenan tempranito en la pista de atletismo, entre intercambios de recetas de cocina y cuentos de sus nietos, reparten a los jovencitos de mi edad, sus sabios consejos aprendidos en la experiencia que dan los años.
No me vengan con que lograr destacarse en un mundial de veteranos es un premio al esfuerzo y dedicación de toda una vida. A mi con eso no me convencen, yo se esperar.
Por las dudas, como hace frío, me estoy preparando un té de guaco y miel, ya me calenté el agua de la bolsa y me voy a acostar para levantarme temprano a escuchar a Gardel en Radio Clarín.
Chan, chan.
05 agosto 2009
Un video de miércoles. (Otra nueva sección)
Sigo agregando secciones a este aburrido blog.
Uno se hace adicto a muchas cosas en la vida, a correr, a leer, a ir al cine, a chatear, o al café.
Cuidado todos los extremos son malos.
Uno se hace adicto a muchas cosas en la vida, a correr, a leer, a ir al cine, a chatear, o al café.
Cuidado todos los extremos son malos.
04 agosto 2009
La imágen del fin de semana.
No hubo carrera el fin de semana pero eso no impide subir alguna foto.
El viernes hizo mucho frío, pero eso no impidió participar del calido lanzamiento de una nueva etapa del campeonato, esta vez organizada por Los Rojos y con el apoyo del Centro Protección de Choferes.
Viernes 17 hs, Plaza Independencia.
Viernes 19 hs, Centro Protección de Choferes.
El viernes hizo mucho frío, pero eso no impidió participar del calido lanzamiento de una nueva etapa del campeonato, esta vez organizada por Los Rojos y con el apoyo del Centro Protección de Choferes.
Viernes 17 hs, Plaza Independencia.
Viernes 19 hs, Centro Protección de Choferes.
02 agosto 2009
Buscando ganar tiempo.
Linda mañanita la del domingo, la temperatura cercana al 0º no alcanzó para que los abnegados atletas, y sus más abnegadas familias dejaran de subirse al tren que los llevaría al altar de la patria. Para evitar problemas con el transporte como la semana anterior, opte por ir en auto, muy lindo el paseo en tren, pero con mi mala suerte seguro que pinchaba.
Todo muy bien con hacer sociales en el viaje de ida y dormir la siesta a la vuelta, pero el domingo quería estar un poco en casa. Así que el viaje lo hicimos en auto, creo que llegue a casa a la misma hora que estaba saliendo el tren de Florida hacia la capital.
Por suerte los punteros de la competencia, esos muchachos que andan rápido, también fueron veloces a la hora de pensar como terminar antes y acortaron el camino de todos los esforzados atletas, ahorrándonos unos metros, y unos minutos de sufrimiento, por lo que la carrera de casi 9K pasó a ser de 8K y casi todos nos pudimos jactar de haber mejorado nuestros tiempos.
En resumen un buen negocio para todos los que veníamos del receso invernal con pocos kilómetros encima, aquellos que solo queríamos cumplir con la etapa y volver temprano a casa.
Luego del domingo podía encarar la semana, como el momento ideal de retomar mi entrenamiento…………………………entre…………………..na…………………..mien…………………..to………
Estoy necesitando un psicólogo, no hay duda. O un psiquiatra.
Cada vez que esa palabra se cruza por mi desprevenida mente, algo sucede y quedo en blanco.
Si alguien me escribe un mail o me pasa un SMS preguntándome cuando entreno, mis dedos se entumecen y no responden los mandatos de mi ya atrofiado cerebro de corredor. Por lo que no puedo concretar ningún entrenamiento semanal.
Ya a mediados de la semana, la culpa es demasiado grande por lo que busco un tiempo libre para hacer algún kilometro. Por lo general en la noche, casi siempre por la rambla, siempre con frío y viento. Pero lo hago, y una vez lavada la culpa vendrán varios días más de sacarle el culo al entrenamiento, y así voy alternando mis semanas entre la culpa por no entrenar y la responsabilidad de por lo menos hacerlo una o dos veces, en el mejor de los casos tres, pero esto es casi imposible.
Mis más de 100 amigos de Facebook , tienen tiempo para mandar boludeces de uno a otro, o contestar encuestas, o subir fotos, jugar e invitarte a eventos, o solo escribir que están pensando y/o comentar que están pensando los demás, a mi solo me da para ignorar todas esas solicitudes.
Mis casi 100 contactos de MSN escriben frases motivadoras acompañando sus nombres y hasta los adornan con creativos dibujitos, pero siempre están conectados en horarios en que yo debo cumplir mis obligaciones laborales, o mis pocas sesiones de entrenamiento. Y todavía en algunos casos se ofenden porque no saludo.
Necesito un especialista, aún no se en qué.
Estoy todo el día conectado a Internet, pero no puedo Chatear, no puedo jugar ni leer las noticias, no puedo Facebookear y ni siquiera Googlear.
Apenas puedo, una vez a la semana, escribir una crónica de viernes.
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