Tres de la mañana, otra vez caminando por el centro, en una esquina veo parado un taxi, me acerco, el chofer está dormido, no vale la pena despertarlo por un viaje tan corto. Camino un par de cuadras mientras busco otro taxi libre, paso por la puerta de la jefatura, el policía de guardia duerme plácidamente. Continúo mi marcha, miro hacia dentro de un conocido hotel, en la recepción no hay nadie, pero a unos metros en uno de los cómodos sillones, sin ninguna vergüenza, duerme un señor mayor con la cabeza caída hacia un lado.
La semana pasada cumplí dos años desde mi debut como corredor, y no pudo ser mejor el festejo que compartiendo la carrera infantil junto con mi hijo pequeño. Ya ha pasado casi una semana, pero cada vez que hemos estado juntos, recordamos los detalles de la carrera, hace planes para la próxima y al él se le iluminan los ojos.
A él se le iluminan los ojos y a mí también.
A dos años de mi debut no he podido dejar de pensar en cómo sería mi vida si el 29 de setiembre de 2007 no hubiera corrido esa carrera en Colón.
Tal vez hubiera seguido corriendo 30 minutos por semana, o cada 15 días, pensando que era suficiente como para estar, o tratar de estar en forma, tal vez hubiera sido mejor así.
Si yo no corriera, todo sería distinto, pesaría unos kilos más, comería tranquilamente mi napolitana y no estaría pensando en la necesidad de comer fruta, miel, o tallarines. No tendría botellitas con agua en la heladera, ni gastaría en comprar Gatorade, geles, o barritas de cereal.
Tomaría menos agua y más vino que ahora.
Si no corriera, no me dolería todas las mañanas el tendón de Aquiles, no me pasparía ni tendría que ir a la farmacia a comprar vaselina. No estaría preocupado por mi frecuencia cardíaca antes o después del ejercicio. No tendría las uñas negras de mis pies, ni sentiría en las piernas dolores de todo tipo cada domingo.
Si no corriera, no sabría que hay un campeonato que es el más importante de la región, menos que hay carreras que son marca registrada, no gastaría en comprar ni en reactivar un pedazo de plástico verde que una vez até a mis cordones y nunca más retiré.
Si no corriera, conocería muchos menos lugares de los que conozco, nunca hubiera ido a San Ramón, ni a Pueblo Aznares, no hubiera subido la Sierra de las Animas, ni ido dos veces a Piriapolis en una semana solo para subir el cerro San Antonio.
Probablemente tampoco me hubiera comprado una bicicleta, y menos calzas cortas, y mucho menos calzas largas.
En mi ropero habría más camisas que remeras Dry Fit, más vaqueros que pantalones deportivos, y la lavadora no la usaría tanto. No me importaría tener un solo par de championes, aunque notase que ya se está desgastando.
Si hace dos años no hubiera corrido en Colón, seguro que no tendría facebook, ni un blog, ni un modem inalámbrico para estar siempre conectado. No perdería horas de mi vida recorriendo páginas de internet que repiten unas y otra vez las mismas noticias. Tendría muchos menos contactos en el MSN y no habría tantas fotos mías en el ciberespacio.
Si no corriera, mi presupuesto de celular sería menor, tendría pocos amigos a quien llamar y mi teléfono sonaría mucho menos. Serían pocos, o ninguno, los que se preocuparan por mí cuando pongo una frase melancólica en el Messenger, serían menos los que me dan para adelante y me ayudan con un empujoncito a superar esas subidas interminables que tiene la vida.
Si no corriera, no me preocuparía acostarme tarde, ni miraría con envidia a los tipos que duermen mientras yo intento llegar lo antes posible a casa.
Si no corriera no llegaría a casa a las 3 y media de un viernes a escribir una crónica.
Si no corriera, no sería el mismo.
1 comentario:
Una vez más, al reeler esta crónica..., montones de sentimientos en mí se repiten..., y raudamente unas sabatinas lágrimas se escapan casi sin darme cuenta...
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