25 febrero 2009

Tubino nostálgico.

Nuestra mayor audacia era tirarnos por la bajada de Charrúa en una chata que hacía mucho ruido a la hora de la siesta, aún sabiendo que los vecinos iban a putear.
Podíamos cruzar Boulevard Artigas solos, para ir a jugar al fútbol a la placita Varela, siempre y cuando el cuidador no estuviera, ya en ese tiempo era bastante patadura pero me llevo unos años darme cuenta que lo mío debía ser un deporte menos habilidoso. Nos trepábamos al monumento y nos colgábamos del cuello de José Pedro, aún recuerdo el cuaderno y el lápiz que tenía en su mano. Que grande parecía.
Soy de la época en que al terminar la escuela pública podías leer en vos alta sin comerte las eses y sabías escribir sin faltas de ortografía.
Podíamos ser pobres, pero la túnica siempre estaba limpia y la moña hecha.
Los pocos escolares que viajaban en ómnibus lo hacían en orden y con respeto, hoy debe ser en lo único que compadezco a los trabajadores del transporte colectivo, hoy es realmente insalubre lidiar con las pequeñas palomitas blancas que suben a veces por una o dos paradas.
Respetábamos a los maestros y ni se nos ocurría decir una mala palabra. Una sola vez me mandaron en penitencia por sacarle una goma a la fuerza a un compañero, esos 15 minutos parado en el rincón del salón alcanzaron para que me portara bien durante la época escolar, luego en el liceo ya me portaría mal de vuelta.

En carnaval el desfile era hasta Fernández Crespo, mi abuela nos llevaba a la explanada de la universidad y lo veíamos sentaditos en la vereda. La gente respetaba a los conjuntos y buscaba su lugar sin entorpecer a nadie.
Nadie tomaba vino en caja, los adolescentes no se teñían el pelo, ni usaban “llantas” Nike, las chicas menores de 18 no salían solas, no usaban piercing y lo prohibido era fumar un cigarrillo mentolado. Usar un tatuaje era para los piratas de las películas o para algún motoquero rebelde con campera de cuero.
Los supermercados no tenían un 222 en la puerta y los almaceneros no te atendían por la ventana.
No había MP3, ni MP4, ni MP5.
No había celulares, si querías terminar con una mina, se lo tenías que decir en la cara, sin posibilidad de ocultarte atrás de un SMS. Si eras infiel te descubrían porque alguien buchoneaba o porque directamente te veían, no porque te revisarán el registro de las llamadas o los mensajes de texto de tu teléfono.

Soy de la época que lo más audaz que pasaba la tele era el Show de Benny Hill, con que gusto lo miraba (cuando me dejaban). Lo más divertido era que siempre todos terminaban corriendo, ¿tendrá eso algo que ver con lo que me gusta tanto hacer ahora?





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